La dueña del local tenía un gusto exquisito.
La decoración destacaba por ser cuidada y elegante.
Luciana se acercó al mostrador. Al ver los alfajores de dulce de leche que no probaba desde hacía mucho, se le hizo agua la boca.
—¿Qué vas a llevar? —preguntó el dueño del negocio, acercándose.
Luciana sonrió.
—Alfajores de dulce de leche.
—¡Ah! ¿Tú no eres…? —el dueño la reconoció al instante, pero no recordaba su nombre.
—Luciana —dijo ella con una sonrisa, ayudándolo.
—¡Sí, sí, claro! Venías todo el tiempo antes. Desde que te graduaste no te habíamos vuelto a ver —dijo el hombre con entusiasmo.
—¿Qué te trae por aquí hoy?
—Mi estómago extrañaba los alfajores de dulce de leche—respondió, riéndose.
El dueño le mostró algunos sabores nuevos.
—Estos dos son recetas nuevas. ¡Están muy buenos! ¿Quieres probar?
—Claro —aceptó ella.
Él le ofreció unas muestras.
Luciana las probó y le encantaron.
Eligió varios sabores para armar una caja surtida de nueve alfajores y compró además dos alfajores d