María puso una actitud sumisa, casi rogando.
Alejandro tenía la cabeza hecha un lío, así que cambió de tema.
—Llama al médico.
María reaccionó rápido. Recordó que su herida necesitaba atención, y la ropa, la cama, todo estaba empapado.
—Ahora mismo —dijo.
Pero, apenas intentó pararse, el dolor en el tobillo la hizo caer otra vez. Soltó un quejido, adolorida y frustrada, mientras las lágrimas se le escapaban.
Alejandro se sintió molesto. Cada vez que la veía llorar, le dolía la cabeza. Presionó el botón para llamar a enfermería.
Una enfermera llegó rápido, escuchó la situación y fue por el médico.
Cuando llegó, Alejandro pidió que primero llevaran a María de regreso a su cuarto.
Ella no quería irse, pero entendía que él debía ser atendido. Se fue a regañadientes, cojeando, apoyada en la enfermera.
Afuera del Hospital el Divino Niño, el celular de Luciana sonó. Era Andrés.
—Daniela me contó todo. ¿Alejandro está bien?
Luciana, aún mareada, habló con voz baja:
—Tuvo suerte de no morir.
—