Luciana se acercó y vio cómo sacaban a Alejandro del auto.
—¡Una camilla, rápido!
Lo acostaron y lo subieron a la ambulancia.
—Cuñada, ve con ellos —dijo Joaquín—. Yo busco el auto.
—¿Es familiar suyo? —preguntó el médico.
—No —respondió Luciana.
Joaquín no se contuvo.
—¿Todavía con eso? Cuñada también es familia. Alejandro no puede quedarse solo.
La empujó para que subiera.
Dentro, los médicos empezaron a revisarlo.
Al llegar al hospital, lo llevaron directo al quirófano.
Luciana se quedó en la banca del pasillo. Joaquín llegó poco después.
—¿Cómo está?
—No lo sé.
—Voy a avisarle a su madre…
Pero se detuvo al verla. Sabía que si lo hacía, Luciana se iría. Y algo le decía que Alejandro todavía la quería. Solo que era orgulloso y nunca había sabido cómo pedir perdón.
Joaquín suspiró y se sentó junto a ella.
—En realidad, Alejandro...
—No quiero que lo defiendas. Ya no me importa. Me quedé aquí solo por lo que sentí en su momento.
Joaquín se lamió los labios antes de hablar.
—María fue e