—¿Confesaron rápido, no? —le preguntó Sebastián a Brooks, clavando la mirada en los hombres.
—Sí, no tardaron nada —respondió Brooks.
—¿Y de estos tres, quién es el jefe? —preguntó Sebastián, sin rodeos.
Brooks le dio una patada al que estaba en el medio.
—Este es. Se llama Colton Montoya.
Colton empezó a gritar más fuerte:
—¡Suéltennos ya! ¡Esto es un secuestro… es ilegal!
Brooks casi se ríe en su cara.
—¿Y lo de ustedes qué? ¿Eso no es delito?
Pero Sebastián ya estaba oliendo algo raro.
—¿De verdad confesaron tan fácil que Luciana los mandó?
—¡Sí, sí, fue ella! Luciana nos mandó. —Colton ni lo pensó.
Sebastián sacó su celular, buscó la foto de una mujer cualquiera y se la puso enfrente:
—¿Es ella?
Colton no dudó ni un segundo:
—Sí, es ella, es esa.
A Brooks ya no le cuadraba nada.
—A ver, maldito… —le apretó la cara a Colton, entendiendo al fin que lo estaban tomando por tonto.
—Así que te pagaron, ¿no? Por eso echaste la culpa tan rápido.
Todo tenía sentido: alguien les soltó dinero