NORA
El regreso es un agujero negro, un silencio tragado por el motor, mis pensamientos atrapados entre las ventanas cerradas, y cuando el coche finalmente se detiene no he tenido tiempo de recuperar el aliento, no he tenido tiempo de recomponerme. Martin abre la puerta, siempre ese gesto impecable, casi ceremonial, y bajo como quien se entrega a un pasillo de ejecución.
El vestíbulo familiar se abre ante mí, frío, lujoso, silencioso, cada paso resuena en mis sienes, y tengo la sensación de que ya me han borrado de antemano, que este camino no me pertenece, que cada losa me empuja hacia él.
La puerta se abre sin que Martin tenga que golpear. No tengo tiempo para respirar.
Él está allí.
Sentado detrás de su escritorio, perfectamente inmóvil, chaqueta oscura, corbata impecable, manos juntas, mirada ya posada sobre mí como si me hubiera estado esperando desde siempre. No es una bienvenida, es una desnudez.
Me detengo en seco. Mis piernas querrían retroceder, pero la puerta se cierra detr