NORA
Me quedo paralizada un instante, la mirada fija en su espalda, incapaz de apartar los ojos de la figura erguida e imponente del hombre que decide por mí antes incluso de que haya podido formular un suspiro. Luego se vuelve lentamente, y su mirada se desliza sobre mí con esa precisión silenciosa que me deja desarmada, como si cada movimiento de mi cuerpo pudiera ya pertenecerle.
— Nora, quiero que conozcas a alguien, dice con una voz baja, que resuena en mis oídos como una advertencia.
La puerta se abre detrás de él y aparece ella, ligera, impecable, como un rayo de luz en esta oficina donde todo pesa. Su sonrisa es medida, profesional, pero en sus ojos leo un destello que me advierte que, para ella también, soy una desconocida que se juzga.
— Nora, esta es Élodie, mi asistente, continúa. Élodie te mostrará cómo se desarrolla el trabajo aquí, me acompañarás en todos los desplazamientos, todos los viajes, todas las reuniones. Serás mi segunda asistente.
Élodie inclina ligeramente l