NORA
Me quedo plantada allí, el teléfono todavía apretado contra mi palma, como si el plástico se hubiera derretido y fusionado con mi piel. Mi respiración golpea, rápida, desordenada, mis labios tiemblan, y siento mi garganta contraerse hasta casi asfixiarme. Tengo ganas de romperlo todo, de gritar contra las paredes, de lanzar esta caja metálica que aún me quema los dedos, pero mis piernas ya no me obedecen. Avanzan, mecánicas, como si sus palabras ya hubieran contaminado cada uno de mis músculos.
El baño me engulle en su luz blanca. El olor del jabón, la humedad, el frío del azulejo, todo me parece extraño, hostil. Arranco mis ropas con un gesto brutal, como si quisiera desgarrar mi propia piel, y cuando me encuentro desnuda, frente a mi reflejo, desvío la mirada de inmediato. No quiero ver a esa chica, la que tiembla mientras quisiera resistir, la que baja la cabeza mientras soñaba con mantenerse en pie.
Giro la llave del grifo con demasiada fuerza, el agua brota, hirviendo, una m