Capítulo 6
Al día siguiente, apenas Liana llegó a la empresa, Fabia se le acercó de forma misteriosa y le mostró algo que había descubierto por la mañana.

—Anoche, parece que la directora Lucía se quedó con el jefe.

Fabia bajó la voz al máximo, temiendo que alguien más pudiera oírla.

En el celular estaban las pruebas que había tomado a escondidas.

—Esta mañana llegaron en el mismo carro y Lucía llevaba la misma ropa de ayer.

Liana lanzó una mirada rápida a la foto en la pantalla.

El hombre estaba de pie junto a la puerta del carro. La mitad de su rostro quedaba sumida en la sombra; inclinaba la cabeza para mirar a Lucía, que estaba a punto de bajar.

Tal vez por el ángulo demasiado preciso, la imagen desprendía una cercanía extraña, casi envolvente.

Liana guardó silencio unos segundos. Luego apartó la vista y se llevó de golpe todas las pastillas que tenía en la palma de la mano a la boca.

Bebió varios tragos de agua caliente para tragarlas.

El calor descendió por su garganta.

No dolía.

De verdad, no dolía.

Pasó toda la mañana ordenando los proyectos que tenía a su cargo. Incluso se dio tiempo de escribir su carta de renuncia.

Durante ese lapso, Lucía entró cuatro veces a la oficina de Xavier, y cada vez se quedó más de media hora.

Tal vez con la persona adecuada al lado, el ánimo era mejor, porque Xavier no la buscó ni una sola vez para reclamarle que la noche anterior lo hubiera dejado plantado.

Cerca del mediodía, Xavier y Lucía salieron juntos de la oficina.

Al pasar frente al escritorio de Liana, no se detuvieron ni un segundo.

Lucía hablaba con él, preguntándole qué se le antojaba comer.

Ella invitaba, como agradecimiento por haberle cubierto la copa la noche anterior.

Xavier dijo que cerca había un restaurante donde la sopa era muy buena y que le haría bien al cuerpo de mujeres.

Lucía se mostró visiblemente conmovida.

—Xavier, has sido muy considerado.

Antes de que las puertas del elevador se cerraran, Liana escribió su nombre al final de la carta de renuncia.

Fabia le mandó un mensaje preguntándole qué quería comer.

Liana lo pensó un momento.

—Vamos a tomar sopa.

Fabia respondió que sí.

Era hora pico y el restaurante estaba lleno.

Apenas entraron, Liana vio a Xavier y a Lucía. Era inevitable: su mesa era demasiado visible.

—Qué coincidencia —murmuró Fabia, preocupada por Liana.

Liana se mostró tranquila. Su mirada pasó de largo.

—Allá hay lugar.

El mesero la reconoció y, cuando se sentó, se acercó sonriente.

—Señorita Liana, ¿hoy también viene por la sopa para tu jefe?

Liana sonrió y negó con la cabeza.

—No, hoy mejor algo para el estómago.

—¿Ya se le quitó el insomnio a su jefe? —preguntó sin pensarlo.

Después de todo, cada vez que Liana iba a este restaurante era para comprarle a su jefe sopa medicinal para el insomnio, sin importar el clima.

Con el tiempo, se volvió clienta habitual y casi todo el personal la conocía.

La expresión de Liana fue serena.

—Sí. Ya no la necesitará más.

A partir de ahora, solo tenía que cuidar su propio estómago.

Fabia le preguntó al mesero:

—¿Tienen alguna sopa para nutrir la sangre? Estoy en mis días y me baja mucho la presión.

—Sí, claro. Hoy tenemos tres porciones limitadas de sopa de gallina con hierbas. Tiene suerte, queda justo una. Las otras dos las compró aquel señor para su novia.

El masero no pudo ocultar su admiración.

—Hacen una pareja perfecta. Él es apuesto, ella hermosa, los dos con mucha presencia y lo mejor es que él la trata increíblemente bien. Hombres así ya casi no hay.

Fabia estuvo a punto de taparle la boca con la mano.

Porque de quienes hablaba eran Xavier y Lucía.

Así que Xavier había llevado a Lucía allí para tomar sopa porque ella estaba en su periodo.

Y la noche anterior, cuando dijo que ella no se sentía bien y bebió por ella, también había sido por eso.

¿Qué tan íntima debía ser su relación para conocer detalles así?

Siete años juntos Xavier no había sido siempre frío.

Pero incluso entre parejas existe la distancia de los años.

Con el crecimiento de Nova, el mapa de negocios se expandía sin parar.

Xavier estaba tan ocupado que apenas tenía tiempo para respirar, mucho menos para romanticismos.

Liana ni siquiera recordaba cuándo había sido su última cita a solas.

Mucho menos un cuidado tan minucioso.

Cuando el mesero se fue, Fabia le preguntó de inmediato, nerviosa:

—Liana, ¿estás bien?

Liana volvió en sí y negó suavemente.

—Estoy bien.

La sopa medicinal hacía honor a su fama. Después de dos pequeños tazones, el estómago se sentía cálido, reconfortado.

Al final, uno tiene que tratarse bien a sí mismo.

Ser bueno con los demás no garantiza nada.

Ser bueno con uno mismo, sí.

Y el resultado es inmediato.

***

Por la tarde hubo una reunión del comité de inversión.

Era la primera vez que Lucía asistía como directora del Tercer Departamento de Inversiones.

Todos sentían curiosidad por ver de qué era capaz.

Lucía empezó presentándose: doctora en Economía por la escuela de negocios WT de extranjero.

La sala estalló en murmullos de asombro.

Con razón Xavier había ido personalmente al extranjero a reclutarla.

Con razón había llegado directamente a Nova.

Una auténtica diosa académica.

La escuela WT era una de las mejores del mundo.

Obtener un doctorado allí era algo rarísimo.

Y además, hermosa.

La secretaria Liana no había perdido injustamente.

Algunos que antes sentían indignación por ella empezaron a dudar.

La admiración por los fuertes era humana.

Y Liana solo tenía una licenciatura de una universidad local. Ni siquiera un posgrado. ¿Cómo competir con Lucía?

Liana, como siempre, se concentró en tomar notas.

Solo que, al escribir “la escuela WT”, sus dedos se detuvieron unos segundos sobre el teclado.

Ella también había recibido una oferta de esa universidad.

Pero la rechazó para ayudar a Xavier.

Por esa decisión, su profesor universitario jamás volvió a dirigirle la palabra.

No imaginó que, años después, perdería justamente por esa elección.

Con ese currículum brillante, cuando Xavier anunció que Lucía se quedaba con el proyecto de Tevi, nadie lo encontró extraño.

Como si el proyecto realmente lo hubiera cerrado ella.

Resultaba irónico.

Fabia le envió mensajes privados a Liana, indignada.

“¿Cómo que el proyecto de Tevi ahora es de Lucía?”

La chica estaba realmente furiosa y le mandó varios mensajes seguidos a Liana, uno tras otro.

“¡Ese proyecto lo sacaste tú, bebiendo hasta sangrar del estómago! ¿Por qué ella?”

“¿Cómo puede Xavier ser tan parcial?”

“No lo entiendo! ¡De verdad no lo entiendo!”

“¡Voy a explotar!”

Liana trató de calmarla.

“Tranquila. No importa ya.”

Si podía entregar sin pelear al hombre que había amado durante siete años, ¿qué era un proyecto más?

Fabia seguía sin aceptar.

“¡Pero ese proyecto te costó demasiado! ¿Xavier sabe que por ese proyecto perdiste un hijo?”
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