Comenzando nuestra verdadera luna de miel...
Siento como si una gran carga se estuviera bajando de mis hombros. Después de la conversación con mi muñequita de porcelana y aunque no me lo dijo expresamente, siento que lo que nos dijimos fue un gran avance.
Pasamos una tarde maravillosa en Central Park, Sarita no solo comió perros calientes, también algodón de azúcar y hasta una chuoeta de limón como las que me gustan a mí y verla fruncir el ceño por lo ácida que estaba no tuvo precio.
Terminamos el día en familia y debo de decir que la llegada a casa nunca fue tan tranquila y feliz.
Alma nos miró suspicaz y la jefa parecía niña con juguete nuevo de la sonrisa que no se despegaba de su cara.
A la hora de irnos a dormir, todo fue tranquilo, Sarita aprovechó de quedarse recostada en mi pecho y mi preciosa esposa de recostarse a nuestro lado mirando nuestra interacción.
Ojalá y todos los días fueran así, de hoy en adelante, pero eso sólo sería un sueño, uno del que no quería despertar…
El fin de semana llegó y como todos los domingos