Sofía cerró los ojos un instante, permitiéndose sentir. Cada palabra de Max se repetía en su mente como un eco interminable. Su corazón golpeaba con fuerza contra su pecho, intentando encontrar un ritmo en medio del caos que sentía. No era fácil mantenerse firme cuando los recuerdos, el deseo y el dolor la asaltaban al mismo tiempo. Pero había algo distinto ahora. Algo que no estaba presente siete años atrás: ella.
Ya no era la chica ingenua que se dejaba llevar por una sonrisa encantadora o una promesa susurrada entre besos furtivos. No. Esa Sofía había muerto el día que descubrió la verdad detrás de su primer amor. Y de esas cenizas había renacido una mujer que no iba a permitir que nadie jugara con su corazón otra vez.
Abrió los ojos lentamente y miró a Max. Tan cerca, tan familiar, tan desconocido al mismo tiempo. El mismo rostro que había amado, el mismo que la había hecho llorar hasta quedarse sin lágrimas. Y, sin embargo, algo en él había cambiado. Su mirada, normalmente llena