—¿Desde cuándo tienes un crush? —preguntó Fernando, sujetándome del brazo justo cuando mi pie ya había cruzado la puerta—. ¿Por qué no lo sabía?
Con todos presentes, y con Lucía justo allí, sentí el rostro encenderse de vergüenza. Intenté zafarme de su agarre.
—¿Y qué te importa si lo tengo o no? —le respondí con la voz temblorosa, pero firme—. Ni siquiera mis padres se meten, ¿por qué habrías de hacerlo tú?
—¡Fernando! —intervino el Alfa, con tono grave y autoritario—. ¡Suéltala! ¿Qué estás haciendo?
Me incliné ante los mayores, tratando de mantener la compostura.
—Alfa, Luna… con permiso.
Justo cuando me alejaba, la voz dulce y delicada de Lucía sonó por detrás:
—Ofelia es muy guapa… y como siempre anda en presentaciones de baile, seguro tiene un montón de pretendientes. Tener un crush es totalmente normal. De hecho, hace rato noté que debajo de su bufanda tenía una marquita... parecía un chupetón.
Al darse cuenta de lo que acababa de decir, hizo una pausa y sonrió con inocencia:
—Au