Me encogí de hombros.
—Cambiás el código, no contestás llamadas y encima me bloqueás los mensajes.
Fernando pasó de puntitas sobre los muebles rotos, cruzó la sala y metió las verduras al refri.
Frunció el ceño y se frotó la frente.
—Estaba con Lucía. Si ella escucha que tú y yo seguimos en contacto, ¿qué va a pensar? No quiero que malinterprete nada…
Me tembló algo por dentro.
Antes, cuando salíamos, yo le pedía que me tomara en serio… pero siempre tenía algo más importante que hacer.
—Nos llevamos bien. Lucía es tímida, tengo que ir con calma… y ser paciente.
—Ella no es como tú. Por eso, cuando estoy con ella, no hablo con otras mujeres.
Suspiró, y con una sonrisa que casi parecía sincera, me miró:
—Ofelia, seguro no has comido. Voy a preparar algo, quédate a cenar antes de irte.
Y, temiendo que me negara, añadió:
—Solo una cena de despedida, ¿va? Hazlo por mí.
Verlo moverse por la cocina me apretó el pecho. Los ojos se me llenaron.
Una hora después, ya había terminado de revisar t