Tan tuyo, tan mía (2da. Parte)
Tres días después
Úglich, cerca de Moscú
Maskim
Supongo que no existe coraza capaz de contener lo que el corazón grita. No hay muro que lo detenga ni ley que lo discipline. Es un animal salvaje que escapa de todas las jaulas, un tambor que no sabe tocar en silencio. Por más que intentes ignorarlo, late, arde, insiste. Porque, aunque creas que sigues al mando, hace tiempo que el amor tomó el timón y tú solo finges que puedes frenar la marea.
Uno siempre cree que puede salir ileso, que bastará con poner límites, con mantener la distancia justa… hasta que un roce desarma, una mirada desviste, un beso incendia. Y entonces ya no hay regreso. Es como estar parado al borde de un abismo sabiendo que vas a saltar, no por locura, sino porque volar con ella se siente más seguro que seguir con los pies en la tierra. Entiende que negar lo que sientes es como remar contra un río embravecido: inútil, agotador, cruel contigo mismo. El cuerpo traiciona, la voz tiembla, y el alma… esa ya eligió. Así qu