—¿Qué sucede? —indagó Santiago al ver el semblante descompuesto de su hijo.
Alex no decía nada, su mano temblaba al sostener el móvil, y su mirada era llena de confusión.
—¿Cómo pasó? —cuestionó alterado a la persona al otro lado de la línea.
—¡No lo sé! —expuso Rose—, los estoy siguiendo, necesito ayuda.
—Dime en dónde estás y salgo para allá —enfatizó—, no te expongas.
—Por mi amiga y sus bebés soy capaz de dar la vida —rugió y acarició el arma que siempre la acompañaba, pisaba hasta el fondo el acelerador, sin perder de vista el auto en el que viajaban—, logré esquivar un balazo —indicó y le dijo en que carretera iban.
—Voy para allá —informó Alex, y colgó la llamada, salió como loco del salón, mientras su padre, y tío corrían tras de él.
—Alejandro ¿qué sucede? —cuestionó Santiago angustiado.
—Andrew se llevó a Lolita —expresó arrastrando las palabra.
Santiago resopló y deslizó sus manos por su rubio cabello.
—¿En qué te ayudo? —indagó.
—Llama a la policía, Ro