Miami Beach – Usa.
Alma se encontraba descansando sobre uno de los camastros frente a la piscina de la villa en la cual habitaba, introdujo sus pies en la refrescante agua de la alberca, mientras se ventilaba el rostro con un abanico.
Con sus treinta y ocho semanas de embarazo, lo único que deseaba era descansar, cada vez se sentía más agotada, y se comparaba con una foca marina.
Colocó los audífonos en su vientre y puso música suave, y de esa forma calmar los movimientos de su bebé, que eran dolorosos para ella. Cerró sus ojos y se quedó dormida.
La persona que desde hacía un mes atrás la acompañaba ingresó sin hacer ruido para no despertarla. Suspiró profundo y contempló el angelical y dulce rostro de la chica, notó como su vientre se movía, y sonrió, entonces sin poder evitarlo colocó su mano en ese lugar, en donde parecía verse un pequeño pie.
Alma abrió sus ojos, y su mirada se reflejó en la de él.
—Parece que hoy amaneció muy inquieto —expuso.
Ella sonrió y acarició su pr