Al estar solos la señora Remington se aseguró de que la puerta no pudiera ser abierta desde afuera y tomó asiento frente a Ignacio, mirándolo atentamente le dijo:
–Hijo, algo te molesta, cuéntame.
–Mamá necesito que seas completamente honesta conmigo.
La señora hizo un mohín con su boca, pero cruzó las manos en su regazo y lo instó a hablar al preguntarle...
–¿Qué quieres saber? Porque supongo que vas a preguntarme algo.
–¿Tú sabías que Evana estaba embarazada cuando me divorcié de ella?
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