La llamada de su hermano dibujó una sonrisa en el rostro de Adrián, tendría un sobrino y se sentía tan feliz por George como por él mismo, pronto se imaginó en el papel de tío con varios balones alrededor y, aunque no se consideraba deportista, jugaría con el pequeño a lo que quisiera.
“Bueno espero que sea niño porque si es niña tendré que ver videos de cómo jugar a las princesas.”
Salió del edificio empresarial de su hermano y se dirigió a su propia empresa, le había cambiado el humor, se sentía liviano, feliz, la única visión que tenía en su mente estaba formada por él y su sobrino, con eso bastaba para que sus ojos brillaran.
Así llegó a su oficina.
–Buenos días Adrián, pensé que no vendría hasta la tarde.
–Buenas Lucy, ah, no, todo bien, aquí estoy, ¿alguna novedad?
–Sí, vino la señorita Oviedo y la capitana la atendió.
–Eso fue estrategia tuya, lo sé muy bien, ¿qué pretendías enfrentando a la capitana con el cliente más difícil que