Evana había implantado una especie de tradición que comenzaba a hacerse costumbre y era un almuerzo dominical en su mansión donde reunía tanto a su propia familia como a la de Tiberius, con el agregado de Anastasia, Sergio y sus gemelos Mateo y Matías con sus respectivas prometidas.
Esa fue la ocasión perfecta para que George les propusiera un viaje a Miami a fin de que lo respaldaran en su petición de mano a Mary Ann, la chica que había conocido en Las Vegas y con quien mantenía una relación a distancia.
–¿Y tenemos que fingir que no sabemos que es tu esposa? –preguntó Beatrice.
–Se los agradeceré enormemente, el padre de Mary Ann es sumamente cuadriculado, las cosas con él son blancas o negras, no hay grises, no hay medias tintas, si hay algo que ella teme es a la reacción de su padre si llegara a enterarse de que se casó en Las Vegas bajo estado de ebriedad.
–¿Y cómo resolverían lo de una posible boda? Ya están casados –indagó Anastasia.