En Roma, Adrián daba muestras de franca recuperación y los médicos eran más optimistas a la hora de dar sus informes, lo que estaba devolviéndole la esperanza a Evana, quien cada momento libre lo pasaba al lado de su hijo mayor.
En una de las visitas de su padre estaba lo suficientemente despierto y hacía gala de una lucidez que conmovió a su madre hasta las lágrimas, quien lo besó tiernamente agradeciendo por su mejoría.
–Hola papá, ¿y George? No lo he visto estos días.
–Estaba atendiendo algo en Miami, pero mañana lo tendremos de regreso, hemos hablado todos los días y está muy pendiente de tu evolución.
–Papá, ¿qué pasó con conmigo y cómo está Julieta?
–Bueno hijo, tal como temía, tu presencia en Sicilia no fue bien recibida y el que te pusieras en contacto con Julieta empeoró las cosas para ambos, a ti te mantuvieron cautivo solo para darte una lección y que no volvieras allí, te hicieron mucho daño y estuvieron a punto de acabar con