La mujer cuyo nombre era Amelia, acudió con mucha seguridad hasta el piso ejecutivo donde se ubicaba la oficina de Tiberius, al otro extremo del pasillo de donde estaba la oficina de su hermana Evana.

Raffaella la vio pasar y arqueó una ceja cuando la secretaria la miró y sin saludar continuó su camino, la asistente de Evana resopló, pero pronto puso su atención en lo importante y no en una coqueta que se creía superior por ser bonita, elegante y con una excelente figura.

Amelia tocó la puerta de la oficina de Tiberius y sin esperar respuesta entró con una sonrisa ensayada y moviendo las caderas sinuosamente.

            –Aquí estoy a su orden señor Wellington, mi nombre es Amelia, ¿qué quiere que haga por usted?

Tiberius no tuvo oportunidad de permitir el acceso a su oficina, de inmediato observó c