Mayte abrió los ojos lentamente, sintiendo que la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un brillo cálido y dorado.
Sin embargo, su mente aún estaba atrapada en el sueño, donde los recuerdos de la noche anterior se entrelazaban con la realidad.
Se quedó un momento más en la cama, disfrutando del silencio que la rodeaba, interrumpido solo por el suave sonido del agua corriendo en la regadera.
El murmullo del agua era casi hipnótico, y su cuerpo se sentía pesado, como si aún llevara consigo el peso de los sueños.
De repente, el sonido del agua se detuvo.
Mayte sintió un ligero cosquilleo de nerviosismo en su estómago.
La puerta del baño se abrió, y él apareció, cubierto con una bata de baño que acentuaba su figura.
Una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro, y sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y complicidad.
—¡Buen día! —dijo él, su voz llena de calidez.
Mayte sonrió de vuelta, sintiendo cómo su corazón latía más rápido.
Se levantó de la