Manuel se sentó frente a su computadora con el corazón, latiéndole con fuerza.
Su respiración se hizo lenta, controlada, mientras sus dedos temblorosos recorrían el teclado.
Y entonces, lo vio todo.
La pantalla se iluminó.
Dentro, un archivo de video con fecha reciente.
Lo abrió, y lo que vio hizo que una sonrisa amarga y satisfecha se dibujara en sus labios.
—Martín… estás cavando un pozo del que no te dejaré salir jamás —susurró con una calma peligrosa.
Esa noche casi no durmió, pero por primera vez en mucho tiempo no fue por angustia, sino por la certeza de que al fin se haría justicia.
***
A la mañana siguiente, el aire parecía más claro. Manuel estaba tranquilo, sereno, con esa confianza que solo tienen los que ya conocen el final de la historia.
Mientras Mayte se arreglaba frente al espejo, él la observaba en silencio, con una ternura profunda que le quemaba el pecho.
Ella, con su vestido azul claro y su cabello suelto, tan hermosa como siempre.
Manuel se acercó, le tomó el rost