Él rompió el beso, separándose de ella con un gesto que parecía contener todo un universo de tensión y deseo.
—No tan rápido —dijo, su voz grave resonando en el aire cargado de emoción—. No todo es un beso, Mayte. Si realmente quieres recuperar el anillo, entonces juguemos un juego.
Mayte lo miró intrigada, sus ojos brillando con curiosidad y un destello de desafío.
—¿Jugar un juego? —repitió, como si desmenuzara cada palabra, buscando el significado oculto detrás de su propuesta.
—¿Qué? ¿Me tienes miedo? —preguntó él, con una sonrisa provocativa que desafiaba su valentía.
Mayte sonrió, su expresión iluminándose con una chispa de confianza.
—No, no lo tengo. Me encanta jugar, especialmente si es contigo.
Manuel sintió que su corazón latía más rápido al ver cómo Mayte se sentaba frente a él, segura y decidida.
Era en esos momentos cuando ella se convertía en la mujer que más adoraba, cuando su confianza brillaba como una luz que iluminaba incluso los rincones más oscuros de su alma. Él