La abuela se levantó de su asiento con un ímpetu rabioso.
Su mirada se encendió con furia, pues no necesitaba preguntar quién estaba detrás de semejante humillación.
Lo sabía en lo más profundo de su ser: aquello era obra de Karina, la madre de Fely, esa mujer venenosa que siempre encontraba la manera de ensuciar a Mayte.
El silencio de la sala se rompió de inmediato con una voz clara y firme.
—¡Un millón de euros! —sentenció Manuel, con un tono que resonó por todo el salón.
Su declaración hizo que la abuela volviera a respirar.
La rigidez de su rostro se suavizó de inmediato y sus ojos brillaron con un orgullo contenido.
La voz de Manuel iluminó la sombra de aquella afrenta, devolviéndole un aire de dignidad a la familia.
Todos los presentes hicieron una mueca de sorpresa. Murmullos se esparcieron como fuego, y el ambiente que segundos antes era burlón, ahora se tornaba expectante.
Martín, que había estado riéndose a carcajadas de la humillación de Mayte, sintió cómo el color se le su