Al día siguiente.
Martín se encontró con su abuela en la entrada de la casa, y la mirada que ella le lanzó era como un rayo que atravesaba la atmósfera tensa entre ellos.
Estaba furiosa, y su voz resonó en la habitación como un trueno.
—¿Por qué? —exclamó la abuela, su tono lleno de indignación—. Dime, ¿por qué no quieres darle el divorcio a Mayte?
Martín bajó la mirada, sintiendo el peso de la decepción y la rabia, acumulándose en su pecho.
Su madre estaba a su lado, y la expresión de Ilse, su hermana, reflejaba sorpresa y preocupación. El ambiente se tornó pesado, lleno de expectativas no cumplidas y tensiones familiares.
—Hijo, ¿no quieres divorciarte? —preguntó su madre, con un tono que mezclaba la preocupación y la incredulidad.
—¡Ayer debió firmar el divorcio, pero se negó a hacerlo! —sentenció la abuela, su voz cargada de rabia y frustración. Cada palabra era como un golpe directo a la moral de Martín, quien se sentía atrapado en una situación que parecía no tener salida.
—Abuel