Maryam no entendía nada.
El corazón le latía con fuerza, confundido entre la rabia y el desconcierto. Miraba a Hernando sin reconocerlo.
Aquel rostro, que alguna vez le había parecido el refugio más seguro del mundo, ahora solo reflejaba frialdad, furia contenida y un odio que quemaba.
“Este no es el hombre de mi recuerdo —pensó, apretando los labios—. Aquel que me abrazó aquella noche, que me susurró, que no me odiaba, que podía llorar a gusto, no existe. Eso debió ser un espejismo, una ilusión, una mentira cruel del destino. Este... este es el verdadero Hernando Montalbán, un hombre loco y cruel. El hombre del que quiero ser, con todo mi corazón, su exesposa.”
—¿De qué hablas? —murmuró con voz helada.
Él la miró con rabia. Una rabia tan viva que parecía llenar toda la habitación.
Dio un paso hacia ella, tan brusco, tan cargado de furia, que Maryam sintió miedo.
Por un segundo creyó que él podía hacer cualquier cosa. Que ese hombre ya no tenía límites.
—¿Te gusta verme preocupado, an