Me solté del brazo de David y me fui a la cocina, dejando a los tres hombres allí mirándose cómo bobos. Querían distraerme, no recordarme todo esto, pero no los culpaba en no poder hacerlo siempre.
Al entrar a la cocina, me encontré con mi suegra, mi abuela, mi tía, Marcela y mis cuñadas. Todas las mujeres de la casa.
-Hola, querida -saludó mi abuela-. Raquel te preparó algo de comer.
-Ya iba a llevártelo -dijo Raquel y me regaló su genuina sonrisa-. ¿Cómo te sientes? ¿Tienes apetito? Si no quieres esto, podemos prepararte algo más -dijo dudosa.
Miré a la mesa y Raquel había preparado un puré de papas y una sopa de pollo, se veía riquísimo. Tenía mucha hambre. Mi embarazo no me daba créditos.
Le sonreí y negué con la cabeza.
-No te preocupes, cuñada -le dije amable-. Se ve riquísimo y muero de hambre. Podré comerme un camión de piedras.
-El embarazo no te créditos, ¿eh? -bromeó mi tía.
Todas nos reímos de su comentario. Me senté y me deleité con la rica comida que Raquel había prepara