Al montarnos en el coche, David puso en marcha el motor de inmediato y arrancó un poco brusco que hizo casi pego mi frente en el parabrisas. Él al darse cuenta paró y me sujetó la cara.
-¿Estás bien? -pregunta preocupado-. Lo siento. Lo siento. No fue mi intención.
-Estoy bien, cariño. No me has hecho nada -respondo sonriendo-. Vamos. Debemos llegar rápido.
-¿Segura? -no arrancó hasta que por fin me coloqué el cinturón de seguridad-. ¿Estás lista?
-Sí -le confirmo-. Cariño, andando -insisto.
Esta vez arrancó con más cuidado. Despacio y seguro. Pero luego de estar en la carretera vía a la ciudad, aceleró el ritmo. Sus movimientos eran seguros y decididos. Estaba totalmente segura de que se estaba controlando, ya que veía sus manos sujetas muy fuertes en el volante. Él me miró de reojo y yo sonreí.
-¿Qué piensas hacer? -me pregunta tras volver a colocar toda su atención en la carretera.
-Gregorio sabe que no puede permitir que nadie entre o salga de la televisora. Tenemos ti