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Capítulo 5: El Archivo Ensombrecido

El archivo clasificado pesa sobre mis manos y sobre mi alma. El sello de cera rojo, roto ahora, es la confesión silenciosa de Cassian: la justificación de su traición. Él eligió salvar a Valeria, su hermana, del mismo poder que me destruyó a mí. Me usó como daño colateral necesario.

​La justificación es casi más dolorosa que el acto de la traición, porque transforma mi odio en una lealtad equivocada.

​A la mañana siguiente, el aire en este laboratorio compartido es denso. Huele a cafeína y a tensión no verbal. Cassian y yo estamos inmersos en el expediente del paciente Silencioso, el hombre que es la clave viva para desentrañar el Caso Alpha. Trabajamos en mesas separadas, de espaldas, pero la conciencia de su presencia es un campo de fuerza.

​Nuestra sincronía intelectual es perfecta. Un eco de los días universitarios. Dudo sobre una secuencia de aminoácidos, y él me corrige sin mirar, basándose solo en el ritmo de mi tecleo. Él traza un diagrama de flujo y yo anoto inmediatamente las referencias cruzadas pertinentes a la bibliografía más oscura, sin que lo pida. Funcionamos como un reloj suizo .

​Cassian se levanta de pronto, estirándose, y se apoya contra el borde de mi mesa. No levanto la vista del microscopio.

​—Los parámetros genéticos del Caso Silencioso coinciden con el 98% de los pacientes de la cohorte original —dice, con voz baja, puramente técnica.

​—El 2% restante es el factor de riesgo que desencadenó el pico invertido en el quirófano, ¿no es así? —replico, ajustando el enfoque.

​—El 2% es lo que te costó cinco años de tu vida. Y lo que casi mata a mi hermana.

​Finalmente levanto la vista. Me encuentro con su mirada. No sonríe, pero la tensión ha cambiado. Ya no es solo resentimiento; es una intimidad forzada que roza el peligro.

​—Notas mis defensas, ¿verdad, Elara? —Cassian se humedece los labios. Es un gesto sutilmente vulnerable. Veo la pequeña línea de cansancio alrededor de sus ojos—. Estoy acostumbrado a que me ataquen. A ser el villano. Me protege.

​Noto su necesidad de control. —Tus defensas son solo tu manera de mantenernos a distancia, Cassian. —Me resisto a ceder. La verdad es mi única arma, y el odio, mi único escudo.

​—No nos mantengo a distancia. Estoy manteniendo a la sombra a distancia. Si no tengo el control de esta investigación y de ti, nos aplastará a ambos. —Su voz es un susurro grave, un intento de conexión que no me atrevo a aceptar por completo.

​Un golpe en la puerta interrumpe la peligrosidad. El Dr. Thorne entra sin esperar respuesta. Es un cirujano de la vieja escuela, delgado, con cabello plateado, y un aire de superioridad que me revuelve el estómago.

​—Vaya, vaya. Rhodes. No sabía que el Dr. Thorne y el Dr. Vance habían reanudado su... colaboración. Un movimiento audaz, Cassian, o terriblemente estúpido.

​Cassian endereza su postura. La frialdad regresa a sus ojos al instante.

​—Dr. Thorne. La Dra. Vance está a cargo del Proyecto Silencioso bajo mi supervisión. Es la mejor en microcirugía de tejido nervioso. Sus críticas, aunque siempre bienvenidas, están fuera de lugar.

​Thorne me mira con desdén. —Simplemente me sorprende que, después del escándalo del "Caso Cero" hace cinco años, te arriesgues a traer a la doctora de vuelta. Una de las primeras lecciones es que la ambición sin discreción es un virus. Y parece que la Dra. Vance es portadora crónica.

​Siento una punzada de rabia. Él está usando el nombre peyorativo que la prensa me dio.

​—Mi discreción está ahora al servicio del Hospital St. Jude's, Dr. Thorne —digo, con una voz más fría y firme que la de Cassian.

​Thorne se dirige a Cassian, ignorándome. —Cassian, el rumor de tu ascenso se basa en la eliminación de rivales, no en la verdadera innovación. Usar una técnica tan agresiva como el Protocolo Delta 3 demuestra una falta de respeto. Espero que no vuelvas a sacrificar la vida de un paciente en aras de tu... visión.

​La palabra "sacrificar" resuena en la sala. Él está aludiendo al escándalo de hace cinco años.

​—Mis métodos han salvado más vidas que tu protocolo conservador, Thorne —corta Cassian. Su tono es cortante—. Y si tienes alguna duda sobre mi ética o la de la Dra. Vance, presenta una queja formal. Hasta entonces, este laboratorio está cerrado a visitantes.

​Thorne se encoge de hombros, la victoria resonando en su sonrisa. —Como desees, Jefe de Cirugía. Solo asegúrate de que, esta vez, la ambición no destruya a toda una división.

​Al irse, la paranoia se intensifica. Thorne no es la "sombra"; es un oportunista. Pero ¿trabaja para alguien más grande?

​Cassian se deja caer en su silla. Su fachada de acero se ha desvanecido.

​—Ese hombre me odia. Cree que robé su puesto.

​—Cree que tu ambición no tiene límites —corrijo.

​Necesito despejar mis dudas ahora. Mientras Cassian está distraído revisando los horarios de urgencia, abro el archivo clasificado del Caso Alpha. La verdad que Cassian prometió. Los datos brutos, la secuencia de negligencia.

​Paso las páginas, mi corazón latiendo con anticipación y miedo. Llego al informe médico forense original, donde se detalla la secuencia de eventos que condujo al colapso del paciente. La página 19, que describe las acciones exactas del cirujano principal en el momento de la crisis, está allí. Detalla un retraso en la administración del fármaco estabilizador... un retraso que provocó la complicación.

​Pero al pasar a la página 20, que debía contener el nombre del cirujano responsable de ese retraso, me detengo.

​La Página 20 no está. Ha sido arrancada con una precisión limpia, dejando solo el borde dentado de la perforación. El informe salta de la secuencia de negligencia directamente al plan de encubrimiento.

​Siento un escalofrío helado. Cassian me dio el "archivo de la verdad" solo para asegurarse de que la única pieza de evidencia que lo incriminaba directamente siguiera siendo inaccesible. No es solo un guardián; es un editor. Me ha dado una versión censurada.

​Mi teoría de la "lealtad equivocada" se hace añicos. Él se cubrió a sí mismo primero. La nota anónima dijo: “Él no te salvó. Solo retrasó el golpe.” Y esa página faltante es la prueba del retraso.

​Me obligo a mantener la calma. Regreso el expediente a su posición original. Cassian no debe notar mi descubrimiento.

​Unos minutos después, Cassian se pone de pie, tomando su chaqueta.

​—Me voy a urgencias. El paciente Silencioso ha tenido un leve temblor. Necesito verlo personalmente.

​Se detiene en el umbral, su mirada vuelve a mí. Hay un fuego inconfesable en sus ojos, una desesperación que no cuadraba con la frialdad de su cargo.

​—Sé que te sientes atrapada, Elara. Y sé que me odias —murmura Cassian, su voz áspera—. Pero necesito que confíes en mí en esto. No te he traído de vuelta para destruirte, sino para redimirnos. A los dos.

​Mantengo el contacto visual, asintiendo con una máscara de profesionalismo absoluto. Por dentro, mi corazón grita: Mentiroso.

​Cassian se acerca un paso. Su mano se levanta, casi rozando mi hombro, antes de caer.

​—No te atrevas a arruinar esto. Ni por tu orgullo, ni por tu rabia.

​Y luego se va.

​Me quedo sola en el laboratorio, con el peso del expediente incompleto. Mi odio ha vuelto, pero más agudo, más frío. Ya no busco una simple venganza. Busco la Página 20. La verdad completa. Y si Cassian me ha mentido, la única forma de ganarle es con su propio juego.

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