La luz del amanecer se cuela suave por las cortinas entreabiertas, tiñendo la suite de tonos dorados y azules pálidos. Logan aún duerme, acurrucado sobre el lado de Nathan, con una pierna entrelazada a la suya y una mano descansando sobre su pecho como si temiera que desapareciera.
Nathan está despierto desde hace unos minutos. Lo observa. Cada línea de su rostro relajado, cada leve movimiento en sus pestañas al soñar… y sonríe. Su sonrisa no es de triunfo ni lujuria. Es tranquila. Real.
Con cuidado, se libera del abrazo para no despertarlo y toma la bata que dejó caer anoche cerca del armario. Se la pone —sin atarla—y camina descalzo hasta el teléfono junto al ventanal.
Marca con un toque seguro.
—Servicio a la habitación —dice con voz baja pero clara,—quiero dos cafés negros... pan recién horneado... fruta fresca… huevos revueltos con tocino crujiente… algo dulce también —hace una pausa,—sí, croissants rellenos están bien.
Cuelga sin prisa y regresa a la cama. Logan está ah