—Ven, vamos a ese lugar íntimo que te mencioné. Realmente necesito estar a solas contigo, donde no haya temor, donde nadie pueda interrumpirnos —dijo con voz baja, cargada de urgencia y de deseo contenido.
Logan lo siguió sin vacilar, dejando que la intensidad de su mirada lo atravesara y lo hiciera sentir vulnerable.
—Está bien… vamos —murmuró Logan, sus dedos entrelazándose con los de Nathan mientras caminaban. Su corazón latía con fuerza, la adrenalina no solo de la carrera anterior sino de todo lo que habían vivido en los últimos días se mezclaba con la anticipación de lo que estaba por ocurrir.
Nathan sonrió apenas, un gesto casi prohibido para alguien tan serio.
—Es uno de mis hoteles —dijo, y Logan levantó la ceja, sorprendido.
—¿También tienes hoteles...?
—Logan, yo soy dueño de muchísimas cosas —replicó Nathan con calma, aunque con firmeza—. Pero lo más importante no es poseerlas, sino ser dueño de esas cosas… y no puedo ser dueño tuyo si no me lo permites.
Sus palabras hicie