El reloj de pared en la oficina de Nathan marcaba las seis de la tarde. El sol se filtraba a través de los grandes ventanales con cristales oscuros, tiñendo el mármol blanco del suelo de un tono anaranjado y cálido, que contrastaba con el aire helado del aire acondicionado. La oficina olía a cuero y a madera, un aroma sobrio que transmitía poder y frialdad. Sobre el escritorio, un cúmulo de carpetas organizadas con precisión reflejaba el orden obsesivo de Nathan, mientras una estilizada lámpara encendida arrojaba un haz de luz dorada sobre los documentos.
Nathan, impecable en su traje negro, se encontraba de pie, con las mangas de la camisa dobladas hasta los codos, hojeando un documento. Era la programación del desfile, un itinerario crucial que debía ser enviado esa misma noche a los diseñadores. Su mirada se movía rápida sobre las líneas, subrayando mentalmente los detalles importantes.
En la habitación contigua, Logan aún se probaba las piezas de ropa que Nathan había mandado a tr