El vapor escapaba por la rendija de la puerta cuando Logan terminó de ducharse. El agua caliente había limpiado la sangre seca y la suciedad de la pelea, pero no había borrado los moretones ni el peso de lo que acababa de pasar. Se secó el cabello con brusquedad, la toalla blanca resbalando por su nuca, y luego se puso la ropa que Nathan le había dejado. La camiseta le quedaba un poco grande, el pantalón largo le rozaba los tobillos, pero la tela limpia era un contraste brutal con las marcas de su cuerpo.
Abrió la puerta despacio, dejando escapar una nube de vapor. Caminó por el pasillo descalzo, con pasos firmes aunque cada movimiento le recordaba el dolor en las costillas. Cuando llegó al salón, encontró a Nathan sentado en el sofá, con la chaqueta aún puesta y el cigarro encendido entre los dedos. Había un plato con comida sobre la mesa: pasta con salsa y una copa de whisky.
Nathan levantó la mirada, recorriéndolo de arriba abajo. Sus ojos se entrecerraron en una mezcla de evaluaci