62. Ni siquiera yo
Derek Montenegro
Hacía un día que habíamos regresado de nuestro viaje. Una vez más, Eloise recibió una invitación de su hermano para salir. Intenté mandarla con Benjamín, pero solo me lanzo una advertencia de que se marcharía si lo hacía... y como un perro bien entrenado, cumplí. Ella poco a poco se estaba convirtiendo en mi dueña, su deseo era el mandato que cumpliría sin pensármelo dos veces. Al prever que ella lo identificaría, opté por enviar a un hombre de nuestra confianza para observarla de lejos.
Nos encontrábamos en un pequeño bar de mala muerte donde solo se utilizaba para reuniones clandestinas de mis propiedades. El cantinero mezclaba las bebidas sin prestar atención a nuestra presencia, como si no nos hubiera notado a su alrededor. La escasa luminosidad del sitio apenas alcanzaba a alumbrar la mesa de madera en la que nos encontrábamos congregados. La tensión se podía sentir en el ambiente, el olor embriagador a whisky impregnaba el aire. Mi expresión era completamente frí