61. Hay un atardecer esperándonos
Esa mañana nos dedicamos a desayunar juntos. Ese día notaba a Derek mas vivo que nunca. No me dejaba salir por todo el día dándonos cariños hasta que lo amenace que me dejaría seca. Con una calidad sonrisa, aunque algo molesto decidimos por fin salir dándome cuenta como el sol comenzaba a caer en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y dorados. La brisa suave del mar acariciaba mi piel, y a medida que nos adentraba en la isla privada, no podía evitar sentirme un poco atrapada en un sueño.
¿Cuál fue la última vez que me había permitido sentirme de esta manera?
Después de un tiempo andando, paramos para descansar y observaba cómo Derek elegía recargarse en una palmera. Tenia una intensidad en su mirada que parecía querer penetrar en lo más profundo de mi ser, como si pudiera descifrar mis pensamientos más íntimos. Me mostró su mano, invitándome a acercarme.
—Mi pequeña gatita —su voz era como un suave murmullo de las olas—, ven aquí y déjame mostrarte algo.
—¿Y si lo que me