— ¡Papá no seas maleducado con Merritt!— regañó Eleanor a su padre.
Éste frunció el ceño y dijo:
— El señor Downey sabe el porqué de mi incomodidad— dijo Alfred retando a Merritt.
—Mi amigo y futuro socio, vayamos a lo nuestro entonces; ¿te parece Eleanor?— preguntó Downey restando importancia al enojo de Alfred.
— Claro que me parece Merritt y estamos acá para firmar una sociedad y estrechar lazos y que seamos familia, por supuesto— dijo ella guiñando un ojo, con coquetería.
— Alfred, como te dije anoche en la hermosa fiesta de tu hija, estoy fascinado con ella— dijo Merritt— y me imagino que a partir de hoy nos llevaremos bien.
Antes de que Alfred contestara, Eleanor respondió:
— ¡Claro Merritt! — ella estaba conciliando, mirando a uno y al otro— ¡Ya deja la hostilidad papá!
— Merritt sabe que no estoy de acuerdo con tanto absurdo, me parece una canallada de tu parte Downey— dijo Alfred — y si vine, es porque mi hija insistió en aceptar tus condiciones, pero yo, ya no deseo ésto—