Oliver gruñó cuando se quitó las bragas de la cara y las escondió en su puño.
La cara se le puso roja producto de la ira y una desesperación nació desde el fondo de su barriga.
Por otro lado, Victoria no se quedó atrás. Se sentía una estúpida, atrapada en un juego cruel. Se agitó con notoriedad y el pecho le subió y bajo con apuro, mostrándola alterada, rabiosa, grotesca.
Un arrebato desconocido la invadió y se atrevió a golpearlo en la cara, una y otra vez.
A Oliver, sus golpes lo pillaron de sorpresa. Él se había quedado estancado procesando la verdad de Abigaíl. Existían tantos detalles que la envolvían que, empezaba a sospechar que todo era cierto.
Estaba tan noqueado que, los golpes poco los sintió.
—¡¿Cómo pudiste?! —Victoria le preguntó dramática y lloró con desconsuelo.
Oliver enarcó una ceja.
—Cómo pude ¿qué? —respondió confundido y se cansó de sus arrebatos, asi que la cogió fuerte por los brazos para que se tranquilizara.
Victoria sollozó con desconsuelo.
—¿Cómo pudiste