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Cuando la hora de la comida llegó y el resto de los estudiantes salieron a comer, Abigaíl caminó por los pasillos de su universidad, dirigiéndose con seguridad hasta las pistas de atletismo, donde esperaba reunirse con su profesor.

Aprovechó del silencio y la calma para pensar. Se sentó en una esquina de las graderías y se impacientó cuando pudo reconocerlo acercándose a la distancia.

Con cada paso de cercanía, todo su mundo se puso de cabeza.

Le fascinó su andar. Era firme, masculino, algo que la hizo dudar de toda esa seguridad que creía que poseía.

A veces se preguntaba: ¿dónde estaba el hombre abandonado, víctima de un matrimonio fallido y de problemas de seguridad? ¿Dónde?

—Busquemos un lugar más discreto —dijo él con firmeza en cuanto llegó junto a ella.

Abi reaccionó y bajó un par de escalones para unirse a él.

Sin vacilar, Oliver la cogió por el brazo y la guio entre las graderías para esconderse en caso de que alguien los estuviera viendo.

Aunque Abigail estaba haciendo
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