LÍA
Despertar en brazos de Dalton era como caer en una nube suave y cálida, lejos del mundo y de todos los peligros que habíamos dejado atrás. La luz de la mañana se colaba entre los ventanales, pintando la habitación de un dorado suave. Lo primero que sentí fue su respiración tranquila en mi cuello, su brazo rodeando mi cintura y su pierna atrapándome como si no pensara dejarme escapar jamás.
Me tomé mi tiempo, disfrutando ese momento y llegué a conclusión de que mis días serían así de increíbles despertando a su lado.
— ¿Así piensas tenerme todo el día, Dalton? —Murmuré, sin querer moverme ni un milímetro.
— No veo por qué no —. Su voz ronca de recién despierto me acarició los sentidos—. Hoy eres mía. Solo mía. Y nadie va a venir a salvarte de mis garras.
Me reí bajito, girando para quedar cara a cara. Su pelo estaba hecho un desastre y tenía marcas de almohada en la mejilla, pero para mí era el hombre más hermoso del universo.
— ¿Ni siquiera si pido auxilio?
— Tal vez —. Fingió pens