LÍA
Era la primera vez, en muchos meses, que estaba de nuevo probando una cama cómoda, en un lugar seguro en el que no me tenía que preocupar si los hombres de mi papá me podrían encontrar y llevar con él. Si mi papá me estaba buscando desesperado, significaba que no solo era una cuestión de dinero, había algo más con John Douglas y él necesitaba de mí.
Pensó que no iba a renunciar a los lujos, y lo cierto es que nunca me había sentido tan feliz y libre a pesar del hambre. Me aventé a la cama y sentí que había caído en una nube. Todo era tan silencioso. El colchón tan blando y tan ajeno a la vida que había llevado en los últimos meses. Me senté al borde de la cama y por un momento pensé que me iba a despertar. Que todo esto era un espejismo cortesía de mi agotamiento y de mi desesperación bien maquillada, pero no.
— ¡Voy a dormir bien! —Grité emocionada y pataleando al aire como una niña sobre la nieve.
La cama era real, el baño con agua caliente también, y el menú de servicio a la ha