—Aunque es fin de semana, no puedes salir, lo tienes prohibido. Si tu padre se llega a enterar de que al menos trataste de salir, va a tomar medidas más estrictas…
Daniel no le hizo el mínimo caso y siguió con la mirada clavada en el mismo lugar por mucho tiempo más. Incluso después que ella terminara su discurso, Daniel solo siguió esperando que Serena apareciera en su visión panorámica.
Su madre regresó al mismo lugar que ocupó antes y le habló a su hijo;
—Pasa a la mesa, hoy comeremos juntos.
Con toda su cabeza hecha un lio se sentó sin ganas y se quedó mirando la mesa con desinterés. No supo que fue lo que pasó después, pero cuando vio la comida del plato que pusieron en frente suyo, toda su rabia y tensión desapareció. Se llevó la carne a la boca y el agua de sabor que le habían servido también estaba deliciosa, como a la del día anterior.
—Me alegra ver que ya tienes apetito, Daniel.
Daniel asintió levemente, sin levantar la mirada de su plato. Aunque se sentía agradecido por la