Dejó que el líquido vidrioso cayese libremente sobre ambas copas y tomó asiento, todavía sonriendo al centrar su mirada en su rostro,
—Serena, quiero decirte algo..
—¿SÍ?
Sus labios se entreabrieron para continuar con lo que había planeado, pero cuando los ojos de Serena se posaron sobre los suyos, sintió que estaba perdido. Todo, absolutamente todo lo que había repasado en su mente durante las últimas semanas, desapareció de inmediato y en su lugar apareció un creciente nerviosismo, que empezaba a carcomerle la médula espinal.
Oh, diablos.
— Sobre tú y yo... tú sabes que te amo...— el celular volvió a vibrar en el fondo de su bolsillo y lo vio asentir con una sonrisa algo extrañada — Dame un segundo.
Se levantó y se dirigió hacia los lavabos, controlando el sonoro sonido de su respiración y del nerviosismo que ahora recorría su organismo a más velocidad que antes. Ni siquiera entendía cómo iba a lograr soltar esas dos palabras o cuánto tiempo pasaría hasta que las diga.
Tiene que ser