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Se preguntaba cómo rayos llegaba ahí, era como si lo marcase de esa manera. Su refrigerador también había mutado, pasando de ser un dispensador de agua y frutas, a tener

contenedores con comida casera. En la mesa de noche había cremas, velas aromáticas y libros. El mesón del baño dejó de estar casi vacío al llenarse de cosméticos. Lo hacía feliz ver el cepillo dental morado en el vasito junto al suyo y ese cuerpo lechoso durmiendo profundamente entre sus sábanas los fines de semana.

La extrañaba muchísimo de lunes a viernes, porque se estaba acostumbrando a dormir con sus piernas entrelazadas a las de ella. Algo que también le encantaba, era que Christina lo abrazaba mientras dormía. Le gustaba ser la cucharita pequeña a veces y despertarse con sus brazos rodeándole el torso, sintiendo sus deliciosos pechos pegados a la espalda.

Con Christina se sentía libre, por eso estaban tan bien juntos, era algo reciproco. Santiago la llevaba a practicar senderismo, juegos de beisbol. Le hablaba
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