123. Un nuevo comienzo
La residencia Turner se alzaba imponente bajo el sol de media mañana. El jardín delantero lucía impecable como siempre, pero los rosales de su madre habían desaparecido, sustituidos por arbustos podados en formas geométricas, fríos y carentes de vida. Como todo lo que tocaba Amelia.
Isabella se bajó del auto y sus tacones resonaron en el camino adoquinado mientras se acercaba a la entrada. La última vez que cruzó esa puerta, lo hizo con la sumisión de Elizabeth Crawford.
Ahora volvía con la mirada de una mujer que había sobrevivido a la muerte y eliminado a quienes intentaron destruirla. Ya no pedía permiso. Venía a recuperar lo que le pertenecía.
El timbre resonó con la misma melodía que recordaba. Escuchó pasos acercándose y enderezó la espalda.
La puerta se abrió revelando a una mujer rígida, de mediana edad, la nueva niñera, que la miró con evidente recelo.
—¿Puedo ayudarla? —preguntó con frialdad.
—Soy Isabella Kingston, y vengo por Emma Crawford —respondió con autoridad—. ¿Dónd