138. Lazos que perduran
La cicatriz en su pecho quedó oculta bajo la camisa antes de ajustar la corbata y contemplar su reflejo mientras terminaba de vestirse para la boda de Samuel y Mario en Villa Esmeralda.
A pesar de los fantasmas que habitaban el lugar y el dolor vivido, aceptó el pedido de Isabella. No solo por ver su mirada de agradecimiento, sino porque ese lugar albergaba su historia con ella: su transformación de víctima a guerrera, su pasión entre susurros, Emma corriendo tras King en el jardín.
Sin saberlo, había construido los cimientos de lo que ahora intentaba recuperar.
Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante…
Samuel entró con un esmoquin negro, y le mostró una caja pequeña.
—¿Me ayudas con esto? —Le mostró dos gemelos dorados—. Mis manos parecen traicionarme hoy.
Nathan los tomó, y sonrió al ver las iniciales de ambos grabados en ellos.
—Nunca imaginé ver al doctor Brennan perder la compostura por algo que no fuera una cirugía.
—El matrimonio es más aterrador que cualq