113. Latidos Inesperados
El vértigo la sacudió tras la salida de James y Amelia. Se aferró al banco, intentando estabilizarse, pero la náusea ascendió con violencia, cerrándole la garganta. Apenas tuvo tiempo de correr al baño antes de inclinarse sobre el inodoro.
El frío del suelo le caló las rodillas mientras las arcadas la sacudían, su cuerpo convulsionando bajo el esfuerzo. El sudor frío resbalaba por sus sienes, mezclándose con lágrimas involuntarias.
Se apoyó en el lavabo y dejó correr el agua sobre su rostro ardiente, intentando calmar el malestar persistente. Sus manos se aferraron al borde de porcelana cuando alzó la vista al espejo manchado.
—¿Se encuentra bien, señora?
Isabella levantó la mirada. Una enfermera de mediana edad la observaba desde la puerta entreabierta. Su expresión mostraba preocupación, pero no alarma. Ojos curtidos por años de experiencia que ya habían visto demasiado.
—Sí, es solo... —Isabella pasó una mano húmeda por su cabello—. Un día complicado.
La enfermera entró y cerró la