114. Para la prensa
El pitido del monitor cardíaco era lo único que rompía el silencio. Monótono, inquebrantable. Cada leve variación le recordaba que Nathan aún estaba allí… y que podía irse en cualquier momento.
La UCI VIP era un espacio pulcro, clínico, con paredes insonorizadas y tecnología de punta. Un lujo que no significaba nada cuando el hombre que amaba yacía inmóvil, con la piel más pálida de lo que recordaba.
Se miró en la ventana. Apenas se reconocía. Ojeras violáceas, labios agrietados, piel marchita. Sus manos, firmes incluso al disparar, temblaban ahora al sostener un vaso de agua que una enfermera le dejó horas atrás.
El chirrido de unos zapatos rompió la quietud opresiva. Isabella levantó la mirada para encontrarse con la jefa de enfermeras en su recorrido de rutina. Nathan era prioridad para todos.
—Debería descansar, señora Kingston —dijo sin apartar la vista de las constantes vitales—. El doctor Morales pasará en una hora.
Isabella apenas reaccionó.
—Estoy bien.
Era mentira. Su voz so