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Vale, aquí va una versión más coloquial del texto:

Trina se sintió bien fastidiada. Era una tontería, pero había perdido. Y el tipo lo sabía. Estaban jugando a ver quién manda, y él estaba dejando claro quién era el jefe.

Un día, Alejandro la llama a una junta casi a las últimas, cuando Trina ya estaba por irse a su casa.

—Necesito que veamos los planos del drenaje de la alberca. Hay algo que no me cuadra —dijo con ese tono que no acepta peros.

Trina estaba que se caía de cansancio. Había sido un día matador bajo el sol. —Podríamos verlo mañana, ¿no? —le propuso.

—Nop. Lo quiero ver ya. Ahorita sale la luna llena, y la forma en que le da la luz a esa zona es súper importante para cómo va a drenar.

La excusa era tonta, pero Trina sabía que no iba a ganar nada discutiendo. Él quería que se quedara, que le dedicara su tiempo y su atención.

Se fueron a la zona de la alberca, con el cielo pintándose de naranja y morado por el atardecer. Alejandro la iba guiando por ahí, rozándola a veces s
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