Trina se acercó, midiendo sus movimientos. Este lugar fue concebido como un espacio de recogimiento, un santuario. Se busca una luz suave, un sonido del agua que sea casi imperceptible.
¿Qué tal si mi intención es que sea más que un refugio, Trina? ¿Qué tal si deseo que sea un sitio donde uno pueda extraviarse? Donde la oscuridad sea tan atractiva como la luz.
Sus miradas conectaron y Trina notó cómo la conversación tomaba un giro hacia lo personal, como era habitual. La oscuridad puede ser riesgosa, Alejandro, dijo quedamente.
Solo si se le teme. Pero también puede guardar secretos... y satisfacciones.
Él se inclinó sobre la mesa y su rostro quedó muy cerca del de ella. Trina sintió el calor que emanaba de su cuerpo húmedo, la tensión que lo envolvía. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales, creando una sinfonía que aumentaba la tensión en el ambiente.
¿Qué es lo que busca en realidad, Alejandro?, preguntó Trina en un murmullo.
Él esbozó esa sonrisa que la desconcertaba. Busco lo