—Sé que tienes dudas, Trina —dijo él, en voz baja—. Lo veo en tus ojos. Y lo entiendo. Te he hecho daño.
Trina lo miró, con lágrimas en los ojos. —Me has engañado, Alejandro. Me metiste en tu mundo sin permiso.
—Lo sé. Y me arrepiento. Siempre. Pero prometo que haré todo lo posible para compensarte. Para limpiar mi nombre. Para construir un futuro contigo.
—¿Cómo confío en ti? ¿Cómo sé que no hay más secretos, más mentiras?
Alejandro suspiró, con la mirada perdida. —No puedo cambiar el pasado, Trina. Pero prometo que no habrá más secretos. Te contaré cada verdad, por dura que sea. Y te daré mi vida, mi lealtad, mi cariño.